EL VIVIR BIEN UNA RESPUESTA ÉTICA A LOS DESAFÍOS DE LA GUERRA POR EL AGUA.
Carlos
Perea Sandoval[1]
Una
de las acciones que imprimieron una impronta a la humanización fue el hecho de poder reflejar el ser en la naturaleza. Se es en
tanto que se reconoce la naturaleza como igual; todo lo que atente contra la naturaleza atenta
contra el ser. En este principio yace la actitud sensible tanto con las demás formas de vida que coexisten
con lo humano, como con los medios y
espacios que la naturaleza proyecta en el ejercicio de humanización. Principio que exige el re-ligarse con la
naturaleza como un hecho que implica el compromiso con el futuro.
Sin
embargo, actualmente asistimos a una reconversión de este principio de humanidad.
La implementación de un modelo sustentado en el modo ( desplazando
la manera), ha traído como
consecuencia que como especie estemos en
el límite de la existencia. Un
componente de este límite lo constituye la relación con un recurso
natural vital: El agua.
Entender
que venimos del agua, pertenecemos al agua y pervivimos por el agua, (el valor
de uso) fue un pensamiento que fue
arrebatado a la humanidad y en su lugar se instauró una desnaturalización en la
que el agua pasó de bien común a la categoría
de un derecho (el valor de cambio). Surge
así la posibilidad dramática de “Las guerras por el agua.” Esta posibilidad
desde el modelo de la globalización económica, contempla dos escenarios: El
primero, la ocupación armada de las
fuentes naturales y el segundo, la privatización del recurso natural.
En
el primer escenario, los gobiernos de los países con poderío militar en alianza con las transnacionales, han creado
una geopolítica del agua, que de ser necesario, a través de intervenciones
militares “justificadas”, les garantice el control de las fuentes y sus
alrededores. Este es un riesgo eminente para los países ricos en el recurso
hídrico (según la ONU para el año 2025 la demanda de agua potable será el 56 por
ciento más que el suministro).
El segundo
escenario, es el que más se ha implementado –Un recurso que cumpla con las condiciones de
imprescindible y “escaso”, cae como anillo al dedo en la lógica de la ley del mercado –. Es así como en las últimas décadas se han
fortalecido las grandes corporaciones transnacionales que tienen como actividad
económica el embalsamiento, industrialización y comercio
del agua. Se prevé que en las próximas décadas el 75% del agua estará en mano de los monopolios
privados.
En
consonancia con la lógica del capital, surge la actividad minera como un nuevo
escenario en el cual se pone en riesgo las fuentes hídricas. En nuestra región
se está viviendo unas de las manifestaciones
de la guerra por el agua, materializada en la agresión de las
multinacionales y la respuesta de la sociedad civil en la defensa del Páramo de San Turban.
Ante esta
realidad la humanidad viene reaccionando, y
retomando su historia plantea una nueva concepción ética que garantice la armonía en torno al uso y
disfrute del agua: El VIVIR BIEN.
En
palabras de Evo Morales “Mientras
los Pueblos Indígenas proponen para el mundo el “Vivir Bien”, el capitalismo se
basa en el “Vivir Mejor”. Las diferencias son claras: El vivir mejor significa
vivir a costa del otro, explotando al otro, saqueando los recursos naturales,
violando a la Madre Tierra, privatizando los servicios básicos; en cambio el
Vivir Bien es vivir en solidaridad, en igualdad, en armonía, en complementariedad,
en reciprocidad.”
Es
desde esta concepción de humanidad en el que el Vivir Bien se constituye en una
alternativa ética a las pretensiones de las guerras por el agua; lo cual implica la utilización sostenible y
responsable de los recursos naturales, el privilegio del valor de uso sobre el
valor de cambio, la consolidación de un modelo de democracia que supere el
modelo liberal- burgués; la multiculturalidad, el apoyo mutuo, la socialización
y la gestión colectiva de la riqueza social.
[1]
Doctor en Sociología Jurídica e Instituciones Políticas. PhD. Educación
Latinoamericana. Docente Departamento de
Humanidades Universidad Santo Tomás
Bucaramanga.